Querido diario... tan sólo llevamos mes y medio de relación y ya significas algo para mí. Te has convertido en una ventana, un espacio abierto hacia el mundo, o mejor dicho, hacia mi mundo: mi gente, mi familia, mis amigos, mis conocidos... Esto es pensar... elaborar y escribir. Relatar y contar, como necesidad imperiosa para que sepan de mi, para que vean dónde estoy, qué es lo que hago y me escriban cualquier tontería desde el otro lado del mundo (gracias!).
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Aunque he de decirte, Querido Diario, que echo de menos ciertas cosas... echo de menos enfrentarme a la hoja en blanco, tocarla y deslizar el bolígrafo al son de mis pensamientos. Echo de menos los tachones de palabras mal dichas o pensamientos mal expresados. Echo de menos ver cómo la tinta se deshace ante un lágrima más que oportuna, y ver cómo el papel se arruga con el contacto de la tristeza. Echo de menos escribir con mi propia letra. Pero, sobre todo, echo de menos esa sensación de emoción e impaciencia cuando uno lanza a las tripas de un buzón la carta con destino Tú; e imaginar la alegría del que la recibe... ¿Hace siempre ilusión una carta? ¿O esta vez romperas el sobre antes de leerme por decirte... Querido Diario...?